En una era en que la información sexual circula a velocidad digital, persisten mitos y tabúes que obstaculizan nuestro bienestar erótico. La psicopedagoga Analía Pereira, directora de la diplomatura en Educación Sexual Integral de la Universidad Nacional de Río Cuarto, compartió con Yuriyana Club cómo ese ruido cultural marcó sus primeros pasos: “Quien es educador en sexualidad siempre revisa su propia biografía sexual”, afirma. Y ese examen autobiográfico arrancó con las frases de su abuela: “‘No se habla de eso’, me repetía; entendí que muchos mandatos llegan sin darme cuenta”.
Nuestra cofundadora Ursula Pfeiffer subraya el peso de esas narraciones heredadas: “Cuando aprendemos a identificar los ecos de la infancia en nuestra relación con el cuerpo, ganamos la libertad de escribir nuevos relatos para nuestro placer”. Esa mirada conjunta da forma a la propuesta de Analía: una formación que no se limita a conceptos teóricos, sino que interroga la historia personal y la encarna en dinámicas de taller.
Exploración interior y diálogo educativo
La diplomatura de Analía combina sesiones dialógicas con ejercicios de autorreflexión. “No es un programa que imparte datos como matemáticas; aquí cada idea interpela tu biografía sexual y te invita a compartir vivencias”, explica. Con profesionales de la salud y la docencia, ella diseña espacios donde se intercalan disparadores teóricos y relatos personales: “Al escuchar a otras mujeres hablar de abuso o de censuras familiares, comprendemos que nuestra sexualidad es un entramado de emociones, narrativas y derechos”.
Para reforzar la educación continua, Analía anima a construir “círculos de confianza” en los que mujeres puedan intercambiar lecturas, artículos y recursos. Ella misma gestiona en Instagram @licenciadaanaliapereira un foro de preguntas, y recibe testimonios que luego enriquecen las discusiones presenciales: “Cada consulta me alimenta; responder personalmente crea un vínculo directo con la comunidad”.
Ampliando el concepto de intimidad
La mayor revolución conceptual propuesta por Analía es expandir la definición de sexualidad. “La sexualidad no es solo coital; es cómo hablamos, cómo nos miramos, cómo nos colocamos en el mundo”, detalla. Bajo esa premisa, combate la idea del “preámbulo” genital al coito: “Llamarlo previa invisibiliza la riqueza del encuentro erótico: caricias, susurros y miradas forman parte del goce compartido”, agrega.
Un ejemplo práctico surge en sus talleres: en lugar de saltar directamente al esquema beso–penetración, invita a parejas a intercalarse roles de explorador y guía. Un miembro indica con la voz o con el tacto (“más despacio”, “aquí”) y luego invierte papeles. Ese “vocabulario erótico” facilita el consentimiento y desmonta guiones mortecinos.
Interseccionalidad y justicia reproductiva
Más allá del placer, Analía enfatiza el vínculo entre sexualidad y salud pública. Señala que en Estados Unidos la mortalidad materna es significativamente mayor entre mujeres negras, un drama que atribuye a prejuicios inconscientes: “Médicas y médicos descartan sus síntomas por sesgos de raza; la sexualidad integral debe atender estos cruces”. Reconocer la interseccionalidad implica formar a profesionales que sepan integrar género, etnia y clase social en su práctica cotidiana.
Ursula aporta: “La desigualdad no termina en la cama; emerge en el sistema sanitario, en las leyes de fertilidad y en las barreras al acceso a anticonceptivos. Solo una formación inclusiva puede revertir esas cifras”.
Declarar el propio cuerpo: “prostitución por la paz”
En uno de los momentos más intensos, Analía alerta sobre las dinámicas donde el sexo se utiliza para aplacar conflictos: “No pongamos el cuerpo para un uso o disfrute del otro”, sentencia. A partir de testimonios recogidos en consulta, narra casos de mujeres que fingían sueño para evitar relaciones no deseadas tras la jornada laboral. “Es una transacción no monetaria, pero una transacción al fin: yo cedo mi deseo para conservar la armonía”, explica con contundencia.
Para transformar ese escenario, ella propone tres pasos:
- Reconocer y nombrar el intercambio: poner en palabras qué se intercambia y por qué.
- Comunicar límites claros: ensayar en un espacio seguro frases como “hoy no me siento con ganas, podemos abrazarnos sin coito”.
- Construir acuerdos de cuidado mutuo: pactar formas de convivencia erótica donde ambas partes expresen necesidades y acepten el no sin reproches.
Anatomía y empoderamiento corporal
La anatomía femenina, históricamente invisibilizada, ocupa un lugar central en sus clases. “El clítoris es el homólogo del pene y su función exclusiva es el placer; sin embargo, persiste el foco en la vagina y la reproducción”, alerta. En un ejercicio frente al espejo, invita a cada mujer a reconocer labios mayores, glande y capuchón, liberándose de la culpa y descubriendo sus zonas erógenas.
Ursula reflexiona: “Descubrir el clítoris como fuente de goce redefine nuestra conexión con el cuerpo: dejamos de ser meros objetos biológicos y nos convertimos en agentes de nuestro propio placer”.
Autoimagen, belleza y aceptación
La autoimagen —otro pilar del empoderamiento— se explora mediante rituales de ternura ante el espejo. Analía propone agradecer la vida al contemplar estrías, cicatrices o arrugas, y recordar que los estándares estéticos mutan con el tiempo. “En el Renacimiento, la plenitud corporal era sinónimo de salud; hoy glorificamos la delgadez como único ideal”, señala. Esa mirada histórica libera de la tiranía contemporánea y abre la posibilidad de amarnos en cada etapa.
Educar a todos: hombres incluidos
Para erradicar el guion pornográfico que impone roles rígidos, Analía trabaja también con varones. “Muchos asumen que el encuentro sexual es copia de lo que ven en la pantalla; educarlos significa devolverles la capacidad de preguntar y escuchar”, explica. Propone ejercicios de empatía en los que el hombre describe lo que siente ante caricias suaves o pláticas previas, ampliando su definición de intimidad.
Hoja de ruta para la práctica cotidiana
Para aterrizar la teoría, Analía sintetiza un plan de acción:
- Inventario de mandatos: escribe las frases recibidas en la infancia y analiza su impacto en tu deseo.
- Diálogo erótico diario: practica palabras o gestos sencillos para guiar al otro.
- Autoexploración anatómica: dedica un tiempo a visualizar tu zona erógena con curiosidad y ternura.
- Red de apoyo formativa: participa en talleres, foros en redes como @licenciadaanaliapereira o grupos de lectura de sexología.
- Acompañamiento profesional: si emergen traumas o bloqueos, busca terapia para transitar el camino con soporte.
Con este itinerario, cada mujer puede pasar de la censura a la celebración de su sexualidad. Como concluye Analía Pereira, “el deseo no es una pastilla: es contextual y crece cuando aprendemos a comunicarnos y a abrazar nuestra biografía sexual”.
Mira el episodio complementario Reconectarnos con la sexualidad: Educación y empoderamiento en nuestro canal de YouTube https://youtu.be/xPmUhEgmiLg
Este artículo forma parte de la sección Pluma de Eva de Yuriyana Club, un espacio creado por mujeres para mujeres.