El Mes de la Mujer en Pleno Siglo 21

Hoy se da inicio al Mes de la Historia de la Mujer o, simplemente, el Mes de la Mujer. Pero, ¿por qué lo observamos en el mes de marzo y por qué conmemoramos el Día Internacional de la Mujer el 8 de este mes? La respuesta a esta pregunta se traduce a una historia bastante enredada cuyos inicios se remontan a más de un siglo atrás.

El primer Día Nacional de la Mujer se celebró en 1909 en Estados Unidos. Fue el inicio de una ola que, impulsada por el movimiento sufragista femenino, cruzó el océano Atlántico e inspiró a distintos países a celebrar los aportes de la mujer en la sociedad. Entre ellos, por ejemplo, estuvo Francia, que celebró su primer Día Nacional de la Mujer un 19 de marzo de 1910 en honor a la revolución francesa de 1848. La ironía, en este caso, es que si bien esa revolución le aseguró el derecho al voto universal al hombre, dejó fuera a la mujer. Es más, la mujer francesa tendría que esperar hasta 1944 para obtener su derecho a voto. Francia fue uno de los últimos países en Europa en incluir a las mujeres dentro de su electorado. 

No pasó mucho tiempo desde iniciada la ola de celebración de la Mujer que estalló la Primera Guerra Mundial. De cara a la brutalidad y destrucción que trajo a Europa, en febrero de 1917 un grupo de mujeres realizó una protesta por la paz en Rusia y celebraron el primer Día Internacional de la Mujer. Sesenta años después y en honor a ese grupo de mujeres, el Organismo de las Naciones (ONU) designó oficialmente en 1977 al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer con la meta de reconocer los logros de las mujeres “sin miramiento a divisiones, sean éstas nacionales, étnicas, lingüísticas, culturales, económicas o políticas”.

Ahora, vale preguntarse porqué escogieron como fecha el 8 de marzo cuando la protesta rusa se produjo a finales de febrero. La respuesta se halla en la adopción del calendario Gregoriano por los países occidentes. A diferencia de éstos, en 1917 Rusia aún se usaba el calendario Juliano. El calendario Gregoriano no fue adoptado hasta después de la revolución bolchevique. Por lo tanto, debido a la diferencia de once días entre un calendario y el otro, lo que había acontecido a finales de febrero de 1917 en Rusia se traducía de manera aproximada al 8 de marzo en el resto de occidente. En todo caso, al año de establecido el Día Internacional de la Mujer, una iniciativa en Estados Unidos extendió la celebración al mes entero y así marzo se convirtió en el mes de la Historia de la Mujer o el Mes de la Mujer.

No es de sorprender que la historia detrás del Mes de la Mujer y del Día Internacional de la Mujer sea enredada. Los cambios sociales a nivel estructural tienden a tener avances y retrocesos, como péndulos donde progresistas y conservadores van encontrando un balance. Más aún, nuestra historia como mujeres y como parte inalienable de la humanidad, es no sólo compleja y enredada, sino que en su mayoría ni siquiera la hemos escrito nosotras.

Es más, posiblemente, una opción más coherente con el espíritu detrás de cualquier día honrando el aporte y la resiliencia de la mujer hubiese sido establecer las celebraciones en el mes de julio. Después de todo, fue en julio de 1848 que las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott organizaron la primera convención de derechos de la Mujer donde más de un centenar de mujeres se reunieron en Nueva York para exigir igualdad en derechos civiles, sociales, políticos, religiosos. Esa convención dio inicio al movimiento femenino que muchas seguimos impulsando al día de hoy y donde, increíblemente, casi 200 años después, seguimos exigiendo las mismas cosas. Aunque han habido mejores innegables en temas de derechos de la mujer, aún queda mucho por hacer.

Pero, bueno, se nos designó marzo. Y aunque celebrar un mes de la mujer no sólo es necesario hoy por hoy sino positivo, también nos invita a crear un espacio para pensar qué estamos celebrando realmente. Aprovechemos este mes para evaluar los más de 5 mil años de historia de la humanidad, es decir, de que exista un récord de los hechos y deshechos de la humanidad, y preguntémonos: ¿cuánto de nuestra historia “oficial” se le dedica a los logros y quehaceres de la mujer y cuánto de esta historia “oficial” se centra en los logros y quehaceres del hombre? ¿Cuántas mujeres talentosas, inteligentes y creativas han quedado sin nombre y olvidadas pese a que todas somos un pilar fundamental en los avances de la humanidad? Más aún, ¿cómo nos encontramos hoy, casi 200 años después de esa primera convención en de mujeres en Estados Unidos, en Nueva York, en temas de igualdad de oportunidades? ¿Qué hay en temas de educación o de salario? ¿Cuánta soberanía y autonomía tiene la mujer hoy por hoy sobre su cuerpo? Y, ¿qué hay de su seguridad y bienestar físico y emocional?

Preguntémonos, ¿qué significa ser mujer en pleno siglo 21? ¿Significa ser profesional? ¿Líder? ¿Madre? ¿Esposa? ¿Se han fijado en cuantas mujeres comienzan por definirse como madres y esposas al presentarse a los demás? Sin desmerecer ambos roles, ¿acaso una mujer que no es madre o esposa, sea por circunstancia o decisión, es menos mujer? ¿Cuántos hombres conocen que se identifiquen, antes que cualquier otra cosa, como padres y maridos?

Si de algo sirven estas fechas conmemorativas y, hay que decirlo, bastante simbólicas, es para poner sobre el tapete estos temas. Mientras tanto, celebrémonos unas a otras. Apoyémonos con la certeza de que nadie entiende el camino que debe abrirse una mujer como otra mujer. Sepamos apreciarnos y acompañarnos, mientras abrimos nuevos caminos para las generaciones por venir. Florezcamos juntas. ¡Feliz Mes de la Mujer!

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