Cuando Nuestro Pasado Dicta Nuestro Presente

Hay una frase atribuida al caricaturista estadounidense Bill Keane que dice: “Ayer es el pasado, mañana es el futuro, pero hoy es un regalo. Por eso se llama presente”. Y es totalmente cierto. El presente, el hoy, es lo único que existe. El pasado ya pasó, es inamovible, mientras que el futuro permanece incierto y aún sin materializarse. Consecuentemente, sólo tenemos injerencia sobre el ahora, el presente. Pero pese a que, a diferencia del pasado y del futuro, podemos actuar e incluso cambiar nuestro presente, vivir en el momento nos cuesta.

Especialmente cuando enfrentamos situaciones que, como una máquina del tiempo, nos catapultan emocionalmente hacia el pasado y nos llevan a reaccionar en vez de actuar intencional y racionalmente. Lo interesante es que esas reacciones tienen sus raíces no en el presente, en lo que está aconteciendo, sino en experiencias y vivencias pasadas.

Son resultado, literalmente, de un “pre-juicio”. Es decir, ese juicio o esas conclusiones a las que llegamos sin evaluar racionalmente los hechos que se nos presentan sino haciendo uso de referentes e ideas que hemos ido formando en nuestra manera de ver al mundo y a los demás.

Al enfrentar una situación que nos remonta emocionalmente a una experiencia pasada, en ese fracción de segundo entre el estímulo y nuestras acción o en este caso nuestra reacción, estamos reviviendo un incidente anterior y anticipando que el dolor, miedo, rabia o decepción que sentimos entonces se repita. Es un mecanismos de defensa instintivo que tiene una función: nos permite reaccionar rápidamente ante potenciales situaciones de peligro. Pero donde adolece, es en la capacidad de ayudarnos a evaluar las situaciones con racionalidad. Simplemente, esa no es su función.

Cuando se produce esta reacción instintiva anclada en nuestro pasado, generalizamos situaciones similares como si fuesen idénticas. Por ejemplo, si alguna vez nos picó una abeja y sentimos un gran dolor, al volver a ver una abeja recordaremos esa experiencia. Si permitimos que esa experiencia pasada dictamine nuestra experiencia presente, puede que reaccionemos con terror o agresividad pese a que racionalmente entendemos que no es la misma abeja ni tampoco son iguales las circunstancias. Peor aún, nuestra reacción puede ahora irritar o poner a la defensiva a la n nueva abeja y fomentar un nuevo ataque. Entonces, está en nosotras reconocer cuando nuestra respuesta a un evento, persona o situación es el producto de experiencias anteriores y cuándo se justifica o no una respuesta altamente emocional. 

Por supuesto, nuestra actitud reactiva no se restringe a la abejas ni controlarla es tan sencillo. Cuanto más intensamente emocional la experiencia pasada, más probabilidades habrá de que una situación similar nos lleve a una reacción irracional. Es decir, que nuestro pasado dicte nuestro presente. Pero si comprendemos que a veces nuestra reacción esta anclada en nuestras experiencias pasadas y que esas experiencias crearon en nosotras una narrativa, una interpretación de los hechos que, como un cuento, está congelada en el tiempo, y que nos impiden ver el presente con claridad, podemos generar un cambio.

Por más similares que sean las circunstancias, hay un elemento profundamente diferente: nosotras. Vale recordar que a través de cada vivencia experimentada nos permite adquirir nuevas y distintas herramientas personales. Por eso, valoramos tanto la ‘experiencia de vida’. Entonces, lo que fue inevitable antes, lo que nos hirió antes, lo que nos desequilibró antes no tiene porqué hacerlo ahora. El truco, por supuesto, es aprender a reconocer, primero, aquellas narrativas personales que nos llevan a reaccionar; y, segundo, ese momento en que estamos por perder los papeles, abandonar la lógica y dejar que el pasado rija nuestro presente.

Todo comienza por la observación y el reconocimiento. Modificar nuestras reacciones mediante la modificación de nuestras narrativas personales puede ayudarnos a ver y experimentar situaciones desagradables de una manera completamente nueva. Nos permite dejar de reaccionar de manera inconsciente e irracional. Al entender el trasfondo de nuestras reacciones, podemos responder a lo que está sucediendo en el presente en lugar de permitir que el pasado nos avasalle. Con el tiempo, nuestros pensamientos negativos pueden perder fuerza, abriendo el espacio que necesitamos para evaluar la situación presente por lo que es, sin sobre dimensionarla ni minimizarla. Y, en su lugar, ver la vida de una manera balanceada.

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.

Shopping Cart
Scroll to Top