
Pocas palabras nos producen tanta reacción adversa como la palabra “fracaso”. Interesantemente y con cierta ironía, lo que cada uno de nosotros entiende por «fracaso» varía de persona a persona. Es decir, el “fracaso” no es un absoluto y universal sino relativo. Por ende, podemos concluir que, como todo lo relativo y dependiendo del cristal con que se le mire, el fracaso es inexistente. ¿Cómo así? Porque si el fracaso es relativo y lo que representa el fracaso para unos puede significar el éxito para otros, entonces hablar de «fracaso» tiene poco sentido.
Entonces, ¿por qué nos intimida tanto esta palabra? La respuesta está en nuestra manera de ver el mundo o la manera en que nos enseñan a ver el mundo. Culturalmente, estamos acostumbrados a ver la vida desde una perspectiva dualista: blanco/negro; alto/bajo; bueno/malo; éxito/fracaso; etc. En esta dualidad, uno excluye al otro. Y aunque esta manera de catalogar nuestras experiencias es útil por ser tan sencilla, esta mentalidad dualista también es limitante.
¿Por qué? Porque al catalogar nuestras experiencias como una cosa o la otra, entre este caso, el éxito o el fracaso, limitamos a estas dos palabras no sólo el resultado sino nuestra experiencia misma. Limitados por esta dualidad, perdemos de vista los matices e ignoramos la oportunidad que nos regala cada una de las experiencias y los retos que nos da la vida. Esto es, el aprender nuevas habilidades e, incluso, descubrir nuevas cosas en nosotros mismos sobre quiénes somos y cuál es nuestro potencial.
Al etiquetar nuestras acciones o a nosotros mismos como «fracasos», limitamos nuestra perspectiva y dificultamos nuestra comprensión de la verdad: somos seres maravillosos con una increíble capacidad de adaptabilidad y de aprendizaje. Como resultado, nos enfrascamos en sentimientos y emociones que merman nuestro bienestar. Nos sentimos frustrados, temerosos, y abrumados. Y, ojo, que no he tildado esta emociones como emociones “negativas”. Estas emociones tienen un porqué y una función. Existen para alertarnos que, efectivamente, estamos frente a una situación que va a requerir de nuevas habilidades y que tendremos que salir de nuestro espacio de confort y crecer. Pero estas emociones son apenas avisos, ‘ayudas’ temporales. Cuando no las apaciguamos y dejamos ir, nublan nuestra capacidad de raciocinio y nos impiden ver las cosas en su verdadera dimensión.
Más aún, el peligro que corremos al asumir como absoluta la dualidad éxito/fracaso es que el miedo a fallar nos petrifique. Intimidados por la posibilidad del fracaso ni siquiera intentamos alcanzar nuestros sueños y metas. ¿Y acaso la vida no está para experimentarse a plenitud? Cuando asumimos la posibilidad de fracasar como el peor resultado posible, se vuelve una tentación desistir de todo aquello que no percibamos como algo seguro o ‘factible’. Pero en el juego de la vida aunque todo es posible, nada es seguro. Todo lo contrario, la vida es una maravillosa y continua lección en flexibilidad y creatividad, donde cada reto es una oportunidad para expandir nuestras habilidades y nuestra capacidad.
Entonces, la noción de “fracaso” como la entendemos dentro de una sociedad obsesionada con el éxito material y el consumismo, se ancla en la rigidez. ¿A qué me refiero? Me refiero a esa rigidez que nos consume al enfrentar una situación con una idea fija de cuál debe ser el resultado final. Convencidos de que el éxito sólo puede darse de una forma específica, el sentimiento de fracaso se hace inevitable cuando las cosas no se presentan como queremos. ¿Ven a dónde voy con esto? En otras palabras, lo único que determina nuestro “éxito” o “fracaso” es la rigidez de nuestras expectativas.
Pero si en su lugar aprendemos a ver nuestro supuesto fracaso como una simple desviación del rumbo previsto, encontraremos en cada reto, en cada ‘prueba y error’, una oportunidad de hallar un nuevo camino hacia nuestras metas. Entonces, las invito a eliminar de su vocabulario el uso de las palabras “fracasar” y “fracaso”. Por eso, en Yuriyana Club hemos decidido darle un giro a la expresión Prueba & Error. Para nosotras cada reto representa simplemente un juego educativo que nos ofrece la vida, un juego maravilloso al que llamamos: Prueba y Exito.