En el ritmo vertiginoso de nuestras jornadas, es fácil relegar al silencio lo que verdaderamente nos impulsa. El coach ontológico Esteban Proaño nos recuerda que “el autoconocimiento es la base del empoderamiento”: sin entender qué sentimos y por qué, difícilmente encontraremos las palabras para reivindicar lo que necesitamos. Y, como corrobora nuestra cofundadora Ursula Pfeiffer, “clarísimo y estoy súper de acuerdo contigo; esta parte es importantísima porque viene de la historia personal y muchas veces cargamos paradigmas que ni siquiera reconocemos”.
Para muchas de nosotras, dar voz a nuestras necesidades implica primero desenterrar esas señales internas que pasan desapercibidas. Una propuesta práctica: lleva un diario de necesidades durante siete días. Cada mañana, dedica unos minutos a anotar las emociones que emergen en tu trabajo y en tus relaciones familiares o de amistad. ¿Qué te inquieta en la reunión de equipo? ¿Cuándo surge un atisbo de orgullo tras un reconocimiento? ¿Qué provoca tu malestar cuando asumes tareas invisibles en casa? Esa mirada escrutadora trasciende el mero registro: se convierte en un mapa que ilumina las zonas donde tu voz ha permanecido muda.
Una vez identificados esos patrones emocionales, el siguiente paso es preguntarte: ¿qué valor sustenta cada sensación? Tal como enseña Esteban, al mapear valores –honestidad, crecimiento profesional, armonía o transparencia– adquirimos la brújula interna para tomar decisiones. Si descubres que la justicia y el reconocimiento son esenciales para ti, alinear tus acciones con ese hallazgo refuerza tu convicción al momento de plantear una petición.
Llegado ese momento, la comunicación asertiva se edifica sobre tres pilares inseparables:
- Claridad: expresarte con precisión evita malentendidos. En lugar de un ambiguo “no me siento valorada”, podrías decir: “He notado que en las últimas propuestas no se consideraron mis aportes; me gustaría discutir cómo integrarlos para que el equipo aproveche mis ideas”.
- Confianza: presentar tu solicitud sin culpa ni temor demuestra solidez interior. Ursula enfatiza que “hablar con convicción es un acto de liberación: reconoce que tu voz merece espacio, independientemente del resultado”.
- Escucha activa: después de compartir tu punto de vista, es clave atender la respuesta sin interrumpir. Preguntar “¿qué criterios consideraste para esa decisión?” abre el diálogo y convierte la conversación en un intercambio enriquecedor, no en un monólogo.
Pese a estos recursos, el entorno laboral y cultural suele imponer barreras. Desde prejuicios inconscientes que etiquetan como “agresiva” a quien defiende su posición, hasta dinámicas jerárquicas que reafirman viejos paradigmas. Para sortear estos desafíos, Esteban aconseja preparar cada conversación con datos tangibles: lleva un listado de logros medibles, testimonios de compañeras y cifras de impacto. Asimismo, define de antemano tu mejor resultado posible y tu mínimo aceptable, de modo que cualquier negociación se desarrolle desde la certeza de hasta dónde estás dispuesta a ceder.
En casa, la misma metodología se aplica a conversaciones de alta carga emocional. Cuando el reparto de las tareas domésticas resulta desigual, abordar la charla como un proyecto en equipo puede cambiar la perspectiva. Plantea preguntas como “¿qué reconocimiento económico le asignarías al trabajo no remunerado que realizo en casa?” y comparte datos concretos: el tiempo invertido, las responsabilidades asumidas y el costo de externalizar esas labores. Esa aproximación transforma el descontento en una invitación a pactar soluciones justas.
Aceptar lo inmutable también forma parte de la práctica asertiva. No siempre podremos cambiar la actitud de un jefe impositivo o la cultura de una organización de la noche a la mañana. Frente a esas realidades, Esteban sugiere redirigir la energía hacia lo que sí depende de nosotras: cultivar redes de apoyo, buscar mentoras y diseñar estrategias para ampliar nuestras oportunidades. “Ampliar tu círculo de influencia comienza por reconocer dónde termina tu responsabilidad”, aclara.
La asertividad no termina con una sola conversación; es un hábito que se fortalece con cada experiencia. Diseñar un plan de contingencia es fundamental: si la respuesta a tu petición es negativa, decide de antemano tu siguiente paso –sea solicitar retroalimentación específica, explorar otras áreas dentro de la organización o replantear tus metas profesionales–. Ese enfoque minimiza la incertidumbre y refuerza tu rol de líder de tu propia vida.
Con cada conversación firme y respetuosa, tejemos un entorno más equitativo. Como concluye Esteban, “el empoderamiento no se recibe, se toma desde la certeza de que nuestro valor no está en la opinión ajena, sino en la confianza que tenemos en nosotras mismas”. Y Ursula añade: “Cada vez que elegimos expresarnos con claridad y empatía, contribuimos a derribar los muros invisibles que limitan nuestro crecimiento”.
Mira el episodio complementario Comunica tus necesidades: Autoconocimiento y asertividad para mujeres líderes en nuestro canal de YouTube https://youtu.be/alY3pregtEc
Este artículo forma parte de la sección Pluma de Eva de Yuriyana Club, un espacio creado por mujeres para mujeres.