
Hoy iniciamos nuestra primera serie de exploración sobre temas fundamentales para la mujer y, como punto de partida, nos centramos en aquello que se halla al corazón de nuestra identidad: nuestros cuerpos. Puede parecer elemental, pero hay mucho por decir.
Durante los últimos días estuve pensando por dónde empezar nuestra exploración: igualdad de oportunidades, representatividad en el campo político y profesional… Cuando se habla de igualdad, la verdadera igualdad de género, hay tantos temas que tratar que no estaba segura por dónde empezar. Hasta que me topé con un artículo del National Geographic titulada: “Los científicos finalmente están estudiando el cuerpo femenino”.
Por miles de años el cuerpo femenino ha sido mayoritariamente obviado de los estudios médicos. De considerarse, siempre ha sido como contraparte y en referencia del cuerpo masculino. A través de la historia, es el cuerpo masculino, del hombre, el que ha servido como punto de referencia de lo que es lo óptimo y «normal» para nuestra especie. Esto ha generado graves consecuencias para las mujeres. Un reciente estudio conjunto de la Universidad de Chicago y la Universidad de California, Berkeley, sugiere que en gran porcentaje de los casos la industria farmacéutica calcula las dosis adecuada en base a estudios clínicos en los cuales la mayoría de participantes son hombres. Como consecuencia, las mujeres tendemos a ser sobre medicadas y, debido a esto, a presentar efectos secundarios de manera desproporcionada.
En su recientemente publicado libro Up To Speed, que se traduce a algo así como “A Nivel”, la científica e investigadora en temas deportivos Christine Yu dice que la falta de estudio del cuerpo femenino genera distintos problemas más allá de la sobre medicación, desde diagnósticos errados hasta un desconocimiento de parte de las mismas mujeres hacia sus cuerpos. Algo que parece corroborarse con el estudio realizado en 2021 entre estudiantes de escuelas secundarias en Estados Unidos y donde el 76% dijo que sabía más sobre la biología de las ranas que sobre el cuerpo de la mujer.
En su libro, Yu cuenta que le preguntó a distintos científicos el porqué de esta situación. La respuesta que recibió es que el cuerpo femenino, con sus ciclos y cambios hormonales es complejo y complicado. Usar sujetos de estudio masculinos e incluso, yendo a otras especies, machos, resulta menos costoso y complejo. Como ejemplo, nos dice Yu, muchos investigadores de laboratorio tienden a escoger ratas macho, de la misma variedad y edad para minimizar variaciones en sus estudios. En resumidas cuentas, a la mujer les desfavorece un tema de costos y simplicidad en los procesos.
No es de extrañar, entonces, que históricamente la literatura científica y literaria presenta al organismo femenino como la anomalía. El mundo está hecho por y para hombres. Esto me recordó a lo que le dijeron a mi mamá poco después de que me enroló en la escuela primaria. Mi profesora le comentó que yo mostraba una predilección por escribir con la izquierda, pero ya que el mundo estaba creado para los diestros y yo era ambidiestra, sugirió que me reforzaran el uso de la mano derecha. Efectivamente, cada vez que tomaba el lápiz con la izquierda, suavemente me transferían el lápiz a la mano derecha. Hoy escribo con la derecha, pero distinguir el lado derecho del izquierdo me es un suplicio. Varias yendo de copiloto me han preguntado, «Derecha o izquierda», a lo que respondo, «¡Derecha!» mientras levanto la mano izquierda o viceversa. Los que me conocen bien, ya no me preguntan más. Lo que quiero decir con todo esto es que, de manera similar, las cosas están hechas de acuerdo al cuerpo del hombre. Por ejemplo, el cinturón de seguridad en los automóviles y las sillas de momear de las bicicletas.
La silla de montar para mujeres está basada en un diseño creado para el hombre. El hueco que se observa en el medio del asiento está diseñado para no ejercer presión en la zona genital masculina. Sin embargo, ese mismo diseño ha causado que muchas ciclistas competitivas mujeres tengan que someterse a cirugías correctivas porque el diseño causa roce y presión sobre los labios vaginales y eso les genera irritación e incluso una distensión.
El deporte hace especialmente evidente el reto del cuerpo femenino. Haciendo referencia nuevamente al libro de Yu, ella nos recuerda que el sostén deportivo no se inventó hasta 1977. Simplemente, no era prioridad. Más allá de eso, muchas atletas deben enfrentar ideas que están basadas más en conceptos culturales que en la ciencia. Las mujeres estuvieron impedidas de participar en las competencias olímpicas de salto en esquí hasta el año 2014. ¿Por qué? Porque la cabeza de la Federación Internacional de Esquí y Snowboard creía que el útero podría explotarles al hacer impacto con el suelo. Por si acaso, esto no es cierto.
Como la sociedad considera al cuerpo femenino tiene un impacto directo en cómo nos vemos y en la relación que tenemos con el cuerpo de la mujer, tanto propio como el ajeno. Hay un libro de memoria gráfica publicada por la Asociación Estadounidense de Medicina que se titula: “Edición del Cuerpo: Lo que las Perspectivas Globales e Históricas sobre el Ideal del Cuerpo Femenino Pueden Enseñarnos Sobre Nuestros Cuerpos Hoy en Día”. El título podría ser más corto pero lo importante es lo que nos dice. En ella, la autora, Nealie Tan Ngo, nos cuenta cómo su primera apreciación consciente sobre su propio cuerpo se remonta a un recuerdo de niñez. Estaba paseando con su madre cuando pasaron por una tienda de vestidos de fiesta de promoción. Mirando un vestido en particular, su mamá le dijo: “Estás demasiado gorda para usar eso”. Nealie tenía 10 años. Poco después, su mamá la llevó a un nutricionista y, al ver la imagen de una chica esbelta en un folleto, dijo en voz alta: “Así quiero que sea mi hija”.
Esa historia inmediatamente me trajo a la memoria las muchas veces que amigas mías habían sido puestas a dieta por su mamá. En algunos casos, el tipo de cuerpo y contextura de madres e hijas eran diametralmente opuestos. Pero esa fijación con el peso «ideal» es como una herencia de familia que se pasa de generación en generación, de mujer a mujer. El punto no es la delgadez. Como ricitos de oro, no se trata de ser ni gorda ni delgada, sino un punto medio que, además, va cambiando por cultura y a través del tiempo. Uno de los apodos, por llamarlo de alguna manera, que más detestaba de chica era “pañuelo de mago”. Nada por aquí y nada por allá. Yo no desarrollé ni busto ni caderas ni mucho de nada hasta que tuve a mi hijo. Pero en ese entonces mis amigos amigas, hombres y mujeres, me recordaban mis falencias de modo constante. Finalmente entendí la relatividad de lo «ideal» pero el camino a descubrirlo deja a muchas marcadas.
¿Cuál es esa fijación que tenemos como sociedad con el cuerpo de la mujer? Si bien hay una fijación con la belleza, en general, la atención que se le da al cuerpo femenino es mayor. Ante esta pregunta encontré una teoría muy interesante. A través de la historia y hasta el día de hoy, la sociedad le dice a la mujer que su gran poder sobre el hombre no es su mente sino su cuerpo y el sexo. Esto explica el porqué tantas mujeres le ponen tanto énfasis a su figura y porqué someten sus cuerpos a diversos aparatos y tratamientos para transformarlo en el «ideal» del momento. Las mujeres han llegado verdaderamente a extremos. Desde vendarse los pies hasta deformarlos a tal punto que les era imposible caminar sin ayuda (como era común para las mujeres de clase alta en China hasta finales del siglo 19), hasta comprimir sus cinturas y caderas con ‘corsettes’ o fajas que tantas usan hasta el día de hoy. Esto, sin mencionar la cirugía plástica.
El punto es que no hay un cuerpo ideal, solo hay cuerpos perfectos. El cuerpo perfecto es el que tenemos y que nos permite experimentar la vida. Entonces, si vamos a explorar lo que es ser mujer creo que comenzar por nuestros cuerpos y darles el lugar que se merecen tiene que ser nuestro punto de partida.
Referencias:
https://annehelen.substack.com/p/whose-bodies-get-studied
https://www.aamc.org/news/why-we-know-so-little-about-women-s-health