La Importancia de Hablar de Sexualidad con tus Hijos

Educar en sexualidad sin miedo: confianza, claridad y respeto

Hablar de sexualidad con los hijos sigue siendo, para muchas familias, un territorio incómodo. No porque falte información —vivimos rodeadas de ella— sino porque sobran temores: miedo a decir demasiado, a despertar curiosidades “prematuras”, o simplemente a no saber cómo responder. Sin embargo, callar no protege; solo deja el espacio libre para que otros —internet, la publicidad, los pares— ocupen el rol que nos corresponde como madres, padres o cuidadores.

La psicoterapeuta Ana María Arizti, especialista en desarrollo infantil y familiar, y la escritora y cofundadora de Yuriyana Club, Ursula Pfeiffer, coinciden en que la educación sexual no comienza con la adolescencia, sino con las primeras preguntas de la infancia. Desde el momento en que un niño descubre su cuerpo, la manera en que respondemos moldea su relación con el placer, la confianza y los límites. “Si no hay una relación sólida entre padres e hijos, hablar de estos temas se vuelve casi imposible”, advierte Ana María. Construir esa confianza es la base de toda conversación futura.

Hablar antes de que el silencio eduque

Parece que el tabú se ha desvanecido, pero solo cambió de forma. “La sexualidad sigue siendo un tema silenciado —explica Ana María—, solo que disfrazado de modernidad. Los niños están más expuestos que nunca, pero eso no significa que comprendan lo que ven.” Muchos padres siguen creyendo que “ya habrá tiempo” para hablar, sin notar que la curiosidad sexual comienza antes de lo previsto. “Los chicos empiezan a explorar entre los nueve y los doce años. Si no hay confianza, cuando intentemos hablar, ya no se abrirán con nosotros.”

Ursula lo confirma desde una perspectiva cultural: “Seguimos pensando que la iniciación sexual ocurre a los diecisiete, pero la realidad muestra otra cosa. Si no acompañamos desde temprano, internet lo hará por nosotros.” La información no sustituye la educación; la guía emocional sí.

Por eso, más que una charla puntual, la conversación sobre sexualidad debe ser constante, natural y progresiva. No se trata de un discurso preparado, sino de una práctica cotidiana.

La confianza se construye en lo cotidiano

Educar en sexualidad no exige solemnidad. Ana María propone empezar con gestos simples: una caminata, una conversación después de la escuela, un helado compartido. “Un entorno relajado facilita el diálogo. Lo importante no es el momento perfecto, sino la disposición para escuchar.”

Ursula añade: “Si logramos que el tema no sea tabú cuando son pequeños, no habrá barreras cuando crezcan. Las conversaciones difíciles se vuelven posibles cuando antes hubo muchas conversaciones sencillas.”

La clave no está en impartir lecciones, sino en mantener disponible un canal de comunicación confiable. Hablar con curiosidad en lugar de censura abre el espacio para que los hijos puedan hablar sin miedo.

Nombrar el cuerpo es darle valor

Uno de los primeros aprendizajes, según Ana María, es el lenguaje. “Así como decimos ojos u orejas, debemos decir pene, vagina, vulva. Nombrar el cuerpo con precisión enseña respeto.” Los eufemismos no protegen: confunden.

Ursula complementa: “Cuando reemplazamos las palabras con apodos, transmitimos vergüenza. Esa vergüenza se convierte luego en silencio, y el silencio en desconocimiento.”

Nombrar el cuerpo correctamente no solo normaliza el tema: también previene abusos. Un niño o niña que puede identificar su anatomía con claridad tiene más herramientas para comunicar si algo lo incomoda o vulnera.

El placer también se enseña

Hablar de sexualidad no debería centrarse solo en la prevención o el riesgo. “El placer forma parte del conocimiento del cuerpo”, explica Ana María. “Los niños exploran y sienten placer; nuestra reacción no debe ser de escándalo, sino de acompañamiento.”

Ursula subraya la importancia del tono adulto: “Una reacción exagerada deja una huella de culpa. Si la curiosidad se vive como pecado, se instala una desconexión temprana con el cuerpo.”

La educación sexual saludable enseña naturalidad y también límites. Ana María aclara: “La autoexploración es normal, pero debe realizarse en privado. Así se entiende que el placer es legítimo, pero también íntimo.”

Del placer a los límites: el consentimiento comienza en casa

Entender el cuerpo implica aprender a cuidarlo. “Tu cuerpo solo lo tocas tú —recalca Ana María— y solo tú decides si alguien más puede hacerlo.” Ese principio sencillo, repetido con claridad, siembra la noción de consentimiento.

Ursula lo amplía: “Saber decir no no es una lección de defensa, sino de dignidad.” Enseñar límites no busca infundir miedo, sino fortalecer la autonomía emocional.

Hablar de consentimiento no debe limitarse a advertencias. También es enseñar a reconocer el respeto mutuo: “Si algo te incomoda o alguien te pide guardar un secreto sobre eso, no está bien”, recuerda Ana María. Educar en sexualidad es enseñar a confiar en la intuición y reconocer las señales de alerta.

Cuando el sexo se confunde con poder

En la adolescencia, los mensajes se vuelven contradictorios. Por un lado, la cultura popular equipara el sexo con aceptación o poder; por otro, el silencio familiar deja a los jóvenes sin herramientas para interpretar lo que ven. “Muchos adolescentes confunden cercanía con sexo porque buscan sentirse queridos”, explica Ana María.

Ursula advierte que los medios siguen reforzando el mito del cuerpo femenino como herramienta de validación: “En redes y series, el deseo femenino aparece condicionado a la aprobación externa. Enseñar lo contrario es urgente: el poder real está en el consentimiento, no en la seducción.”

Ayudar a distinguir deseo de manipulación es parte esencial de la educación afectiva. “Si alguien te pide algo a cambio de cariño, no es amor, es control”, resume Ana María.

De la intimidad al mundo digital

En la era de las pantallas, la exposición se ha vuelto un riesgo cotidiano. “El sexting y las fotos íntimas deben hablarse sin miedo”, afirma Ana María. “Una vez que una imagen se envía, deja de ser tuya.”

Ursula refuerza esa idea: “Un mensaje o una foto, al salir de tus manos, deja de ser privada. La intimidad digital no es intimidad real.”

Por eso, educar también significa enseñar a distinguir entre conexión auténtica y validación superficial. “El valor de una persona no se mide en likes —recuerda Ana María— sino en la calidad de sus vínculos.”

Sexualidad, responsabilidad y cuidado

Hablar de placer y consentimiento también implica hablar de prevención. “El condón sigue siendo el único método que protege tanto del embarazo como de las infecciones de transmisión sexual”, explica Ana María. “No debemos esperar a una crisis para enseñar responsabilidad.”

Ursula complementa: “El amor no se demuestra renunciando al cuidado. Si alguien te pide no usar protección, eso no es confianza: es egoísmo.”

La conversación sobre prevención no anticipa conducta sexual; prepara para decisiones conscientes y seguras.

Criar sin miedo, educar con confianza

Educar en sexualidad no significa hablar solo de sexo, sino de respeto, autonomía y amor propio. Ana María lo resume así: “Para tener una vida sexual sana, necesitamos crecer sin mitos ni tabúes. Pero para eso, los padres debemos trabajar primero en nosotros mismos.”

Ursula coincide: “La confianza de nuestros hijos comienza en nuestra propia comodidad para hablar del tema. Si queremos que acudan a nosotros, debemos ser el primer espacio donde encuentren comprensión, no juicio.”

Hablar con claridad no destruye la inocencia; la protege. El silencio, en cambio, la deja desarmada.

Mira el episodio complementario “Rompiendo Tabúes con Ana María Arizti: Guía Práctica para Hablar de Sexualidad con tus Hijos” en nuestro canal de YouTube: https://youtu.be/0n-Jmgl2Z1k

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